Neil Hannon, más conocido como el responsable de The Divine Comedy, estuvo actuando durante el festival Jazzaldia del año pasado. En aquella ocasión se presentó en solitario y se defendió bien ante miles de espectadores, cosa que lo dejó un tanto asombrado. En enero se anunció que volvería, esta vez en un teatro y bajo el mismo formato. La propuesta resulta arriesgada, y en la ocasión de ayer un tanto suicida. Los discos de La Divina Comedia están muy elaborados, y que su líder se presente en solitario ya es arriesgado, pero además, en San Sebastián ya ofreció esta propuesta hace menos de un año, y eso se resintió en el número de espectadores, que en un número alrededor de 550 no llegaron a llenar el Victoria Eugenia.
Con puntualidad británica, Hannon se presentó ante la audiencia con una copa de vino en la mano que luego cambiaría por una de agua, aunque en esta ocasión sin sombrero, como hiciera en el Escenario Verde del Jazzaldia. Al piano comenzó un show de algo más de hora y media, que alternaría con una guitarra clásica, para desgranar buena parte de su ya extenso repertorio. Y tan sencilla propuesta funciona, o al menos, gustó y dejó satisfecho a su público, educado y entregado a partes iguales. ¿Y porqué? Porque Mr. Hannon destila un humor sutil e inteligente, que dosifica de forma acertada a lo largo del recital. Juega a no saberse las canciones (que nunca llegas a acertar si realmente no se las sabe o te está tomando el pelo), hace chistes con las letras de algunos temas, hace entrar a músicos inexistentes, bromea con las reacciones del público (o parte de él), etc. Y eso divierte, y uno deja el lugar con buen ánimo.
Neil Hannon (aka The Divine Comedy) presentaba su último disco Bang Goes The Knighthood (I Like o la animada At The Indie Disco con el público a las palmas), pero hizo un repaso de temas clásicos como Our Mutual Friend, Down The Street Below, Songs Of Love, The Frog Princess (el público silbando), o To Die A Virgin. Con Diva Lady, un antiguo tema que no recordaba, llegaron las primeras risas. Luego llegaron más, cuando aseguró que lo suyo no era la guitarra (evidentemente se muestra más seguro al piano).
Y estábamos en estas tesituras cuando se puso seria la cosa, Hannon pasó un buen rato afinando la guitarra (que no sabíamos si la cosa iba en serio o era otra broma) para arrancar una segunda parte del recital con la hermosísima A Lady Of A Certain Age, sin lugar a dudas el momento álgido del concierto. Tras una segunda canción a la guitarra y asegurar que se le había olvidado en el camerino la letra de una versión que iba a ofrecer, y tras ir a por ella, recordamos a Leonard Cohen gracias a Everybody Knows. El siguiente tema lo dedicó a Liz Taylor, actriz que había fallecido el mismo día de ayer. Luego vendría la traca final, incluyendo un bis de un par de temas y una despedida muy de ‘gentleman’.
Todo el mundo desalojó el lugar con una sonrisa en la cara. Y es que, aunque nos muramos por ver a The Divine Comedy en todo su esplendor, no hay duda de que Neil Hannon es muy bueno en lo suyo, ya sea como músico o como humorista.