Sala de estar Wilco

Artículo escrito por Mikel Arzak
el 4 de noviembre de 2011

Uno no sabe por dónde empezar después de lo vivido ayer en el Kursaal donostiarra. Wilco es de esos grupos que no tienen un éxito de masas, no colocan ni un solo Hit en las emisoras de radio-fórmula, no tienen un líder carismático. Sus discos gustan sin llegar a emocionar. No son unos Top ventas en ningún lugar. Van por libre, ofreciendo sus lanzamientos en exclusiva en Internet antes que en ningún otro lugar. Y les funciona. A su nivel, pero les funciona. Su último disco The Whole Love, dicen, es un bajón en su trayectoria, intuyendo un desgaste en la banda. O mejor dicho, un relajamiento en Jeff Tweedy, alma de la formación, que da la sensación que juega a seguro, sin tomar caminos de riesgo como hiciera en el pasado, cuando vivía días de desenfreno, drogas y todo tipo de excesos. Pero no nos confiemos, porque hay un Wilco en estudio y un Wilco en directo. Y eso lo saben sus seguidores, que llevan años convirtiendo sus giras en auténticos Sold-Out permanentes. Los estadounidenses se desprenden del corsé del estudio y su directo es de otra dimensión, de otra galaxia. Pero son de esta tierra, como tú y como yo, y eso es lo que asombra. No se entiende. En este sentido, y permitiéndome una libertad, el fenómeno Wilco me recuerda al protagonizado por Radiohead. Sus discos no son rompe-listas, pero gozan de gran prestigio y su directo es de los que hacen época

Ayer, ante un abarrotado Auditorio Kursaal, los seis integrantes de la banda nos invitaban a su particular sala de estar. Un juego de luces muy original daba aspecto al escenario de sala de estar. Eso, y un comienzo protagonizado por One Sunday Morning, daban la sensación que ibas a disfrutar de una tranquila velada a la tenue luz de una lámpara de saloncito, acurrucado cómodamente en tu butaca, pero nada más lejos de la realidad. Porque Wilco es una banda que se aleja de los estereotipos, de lo habitual. Tanto, que se atreven con abrir su concierto con un tema de más de 12 minutos de repetitivos loops que en disco suenan suaves, sin mucha gracia, perfecto para cerrar un disco del mismo estilo. Pero claro, es el directo, así que las cuatro guitarras, una de ellas guitarra-bajo, teclados y batería ponen el listón en otra dimensión. El pulso continuaría con Poor Places para subir enteros, muchos enteros, con Art Of Almost, seguramente el gran tema de su nuevo disco, con un in-crescendo fastuoso y un final de pura psicodelia. El público se encendió entonces y el asombro de muchos era evidente. Es el momento en que buena parte del presente se empieza a hacer preguntas. Y la prueba es que hubo alguna que otra huida. A cuenta gotas, es verdad, pero jalonadas durante las dos horas de masivo espectáculo musical. Una engrasadísima banda de la que sobresalen Jeff Tweedy, líder indiscutible, y Nels Cline, un excepcional guitarrista que lo mismo te deja asombrado con desgarradores punteos, que te hace sucumbir con una steel-guitar o revoluciona al respetable con una doble guitarra, te dejan sin palabras una canción sí y otra también. Para quitarse el sombrero. Sí, ese que lleva Tweedy y que le da un aspecto de cantante callejero.

wilco kursaal
Foto cortesía de Juan González Andrés

Y vendrían otros temas como One Wing, I Might, At Least That What You Said, Radio Cure o Born Alone. Muchas de su último disco, y es que Wilco se aleja de críticas que no van con ellos. Están seguros de su calidad y lo presentan, sin aspavientos, pero con una fuerza terrible, re-interpretándolas para el directo. Pues eso, nada que ver. Todo pundonor, todo sinergia, con arreones que quitan la respiración. Así de contundente, así de simple. Jeff se mostró parco en palabras, retraído, saludando y agradeciendo al público con el show bien avanzado. Se le puede perdonar. Esa y muchas otras cosas. Después de disfrutar de una experiencia así, qué más da, ¿no?.

Seguiría el concierto con temazos, que no Hits, como Hummingbird, Whole Love, Jesus Etc, Capitol City, para acelerar con Via Chicago, donde una rompedora banda ‘distorsionaba’ el tema de forma imparable mientras un impávido Jeff seguía cantando normalmente guitarra acústica en mano. Un momento para, literalmente, flipar en colores. Wilco se despediría con Dawned On Me y I’m The Man Who Loves You. Volverían para un bis impresionante con Impossible Germany, A Shot In The Arm, Heavy Metal Drummer con un sólo de guitarra que levantó a gran parte del público y volver a la tranquilidad inicial con The Lonely 1. Una estruendosa ovación los despidió. A lo grande.

Antes abriría espectáculo Jonathan Wilson, quien estuvo en julio en el Jazzaldia junto a Dawes y Jackson Browne. Con una banda de cuatro músicos más un invitado especial de la formación de Wilco (Pat Sansone) en sus dos primeros temas, Wilson ofreció un buen concierto donde presentó Gentle Spirit, un disco que navega por tierras tranquilas y fogonazos a lo Pink Floyd. Gustó, pero es difícil ser telonero de un grupo como Wilco. Las cosas como son.

Wilco nos invitaban a su sala de estar, pero hay una trampa, porque no acabas en su sala de estar, sino en su galaxia, en su universo. En el universo Wilco.

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