Dejad que los jóvenes se acerquen a mi

Artículo escrito por Mikel Arzak
el 6 de mayo de 2017

«Hay mucha imbecilidad en la música clásica y yo pretendo eliminarla». Eso dice James Rhodes. Eso es lo que pretende. Utilizando el piano como única arma y una total naturalidad sobre el escenario. Sencillamente. Porque Rhodes se expresa así, de forma natural. Así lo demuestra en sus entrevistas, donde cuenta su infancia, cuando sufrió abusos sexuales, y como la música clásica lo salvó. En una breve y meteórica carrera profesional ha lanzado discos, aunque se le conoce, sobre todo, por su libro Instrumental, donde cuenta, de forma honesta y descarnada, el infierno vivido cuando asistía al Arnold House School, un colegio privado para chicos donde sufrió abusos sexuales por parte de su profesor de educación física, el cual falleció antes de celebrarse el juicio. Ayer, un año después de actuar en el museo San Telmo, regresó a San Sebastián, para ofrecer un recital en un repleto Teatro Victoria Eugenia. Y viendo la edad de buena parte del público, se puede decir que logra su objetivo. James Rhodes seduce a la juventud.

La pregunta que uno se puede hacer es ¿cómo lo logra?. Porque el británico es un pianista que toca composiciones de Chopin, Bach… y nada más. Entonces, ¿cómo logra que público joven se acerque a sus conciertos? Por actitud y por propuesta. Ver a un tipo normal, vestido con jeans y una sudadera, tocando un piano de forma muy especial es ya un cambio. Un cambio que elimina lo que Rhodes denomina como imbelicidad, con un discurso, una cercanía que aleja clichés de la música clásica. Y te lo crees. Ahí no acaba la cosa. Al margen de esa cercanía y normalidad, se trata de un recital, aunque no lo parezca, muy estudiado. Que dure alrededor de hora y cuarto y que cuente con siete cortes es estratégico. Que Rhodes hable entre cada tema es estratégico. Una estrategia que funciona.

james rhodes victoria eugenia

Fotografía cortesía de James Rhodes

El británico conoce a su audiencia. Y le funciona. Le da lo que los jóvenes piden. No es un gran pianista. Los expertos lo califican como ‘mediocre’ o ‘chapucero’. Dicen que a todos los temas les imprime el mismo estilo, su estilo, sin diferenciar a Chopin de Bach. Pero el tipo llena auditorios de medio mundo. Así que algo debe de tener. Quizá su truco sea lo que hemos comentado. Su cercanía. Las historias que cuenta. Su humor inglés. Hace chistes con la gente que lleva esos palos de selfie, admira la actitud de Chopin, quien se alejó de los estándares de su tiempo, y cuenta como Bach afrontó la muerte que le rodeaba. Rhodes no es un pianista clásico. Se parece más bien a un Rock Star. Por actitud, por propuesta, y sobre todo por su público, que terminó jaleándolo cual exponente del Star System.

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