De una saga de músicos, algunos de relumbrón, a Olatz Salvador se le podría encasquetar la etiqueta de cantautora vasca folky. Pero en Zintzilik, su primer trabajo en solitario, ha querido indagar en sonoridades que la lleven a otro nivel. No es de extrañar que en el disco cuente con colaboraciones a varios niveles. Algo nada habitual y que demuestra que algo esconde de bueno. A lo largo de nueve cortes, Zintzilik muestra canciones originales y que se alejan de lo habitual, en un especie de lo-fi euskaldun.
Ayer fue su puesta de largo. Tras la actuación de la vizcaina Maddi, quien defendió con arrojo sus canciones a la guitarra y bajo, Salvador, la protagonista de la noche, se presentó junto a una banda de guitarrista, bajo y batería. Sería una de las pocas ocasiones que lo haría, así que se creó gran expectación. Tanta, que en la sala del Centro Cultural Intxaurrondo, con las sillas puestas, no cabía un alfiler. Durante una hora larga de concierto, Olatz defendió con seguridad un notable disco, ofreciendo versiones de grupos anglosajones traducidas al euskera. La parroquia, su parroquia, disfrutó con las canciones de su trabajo, coreando en muchos momentos pedazos de sus temas. Olatz posee una técnica vocal envidiable, la que le permite alejar el micro para crear diferentes tonalidades sonoras. Eso, junto a unas canciones que suenan de diez, el resultado es de agradecer.
El concierto fue agradable hasta el momento final, con los temas lo-fi con bases electrónicas Sustraiak y Fort Da, a las que siguió Kulunka, una nana en la que contó con su aita Eduardo Salvador al bajo e Iñaki Salvador al piano. La intensa balada Korapilatzen sirvió para que todos, y muy especialmente sus fans más acérrimos cerráramos noche con Zintzilik, un tema llamado a convertirse en hit. Olatz, con su primer disco, toma un camino poco habitual. Un camino lleno de riesgos en una suerte de apuesta. Arriesgar para ganar.