«Gora bizitza» se podía leer en la pantalla gigante al final del concierto que ayer ofreció Izaro ante 400 personas en el Auditorio Kursaal. Y ese fue el mensaje perfecto para un evento cultural que quiere celebrar, más que nunca, la vida y lo que ello encierra en sí mismo. El que disfrutamos ayer, a las 5 y media de la tarde, sería el primero de seis conciertos que la de Mallabia ofrecerá hasta el miércoles en el cubo grande del Kursaal. No ha sido fácil. Su Tour Limones en Invierno debió pasar por San Sebastián, en doble cita y con todo el taquillaje vendido, en el mes de marzo. Pero la pandemia y a causa de ésta, el confinamiento, tuvo que retrasarse a mayo. También esta cita tuvo que retrasarse al otoño, y después de una doble reducción de aforo, se reubicaron seis sesiones a lo largo de cuatro días. Hubo que devolver las entradas anteriores y a toda prisa poner de nuevo a la venta todo ese nuevo aforo. Si los organizadores se dieron prisa en gestionarlo todo, más prisa se dieron los seguidores de la cantante vizcaina, que en un par de horas agotaron todo el papel. «Algo de auténticos hackers», según pudo declarar Izaro sobre el escenario. Ella, a quien que hemos podido ver desde el lanzamiento de su primer trabajo, ha vivido un año muy duro. Ha sido como una montaña rusa. Y por fin pudo arrancar su gira actual, pasar por su querida Donosti, y no saber cómo va a ser su futuro más inmediato. De momento, su concierto de Andoain ha sido cancelado.
Si hace unas fechas pisaba por primera vez las tablas del Palacio Euskalduna, el Kursaal donostiarra ya lo conoce de su anterior gira, que llenó por partida doble y con el aforo completo, en torno a 1800 butacas. Suenan muy lejanos esos tiempos. Desconocemos cuándo volveremos a vivir un concierto en la sala mayor del Kursaal en condiciones normales. Ayer, al menos, Izaro nos infundió muy buenas vibraciones y esperanza de que todo lo bueno está por llegar. Su nuevo montaje es un paso adelante de mucho calibre para una artista que hace muy pocos años veíamos en pequeñas salas y escenarios secundarios de festivales. Izaro, junto a su renovada banda, preparó a conciencia su repertorio y puesta en escena para trasladarnos, en unos comprimidos 90 minutos, a sus estados anímicos, sus pensamientos y sus inquietudes.
Tras varios avisos sobre la importancia de seguir las normas sanitarias, el lugar se oscureció y se comenzaron a escuchar las palmadas de Invierno A La Vista, el tema que sirvió como presentación de su tercer largo y que cuenta con la colaboración de Xoel Lopez. Una propuesta escénica que recordaba a la anterior gira de Eason pero que ganaría en pegada con el paso del minutaje. Una banda de cuatro músicos capitaneados por Iker Lauroba y Garazi Esnaola al piano de cola y teclado. Primeros temas para coger confianza y asegurar un concierto que, no olvidemos, ha tenido demasiadas interrupciones y sobresaltos. A destacar Argia con un formidable acompañamiento de piano.
Izaro cambió varias veces de estilismo y, con él, transcurrir en diferentes fases a lo largo de un concierto que se apoya en las cuatro estaciones desde un punto de vista emocional. Apareció descalza y con un vestido más propio de andar por casa. No nos sorprendió. Izaro Andrés es una mujer con mucho carisma y con una seguridad personal poco habitual para su edad. Siempre nos ha llamado la atención eso en ella. Desde sus inicios. Y así, de esa guisa, regresó al escenario para acompañar con su voz a Garazi en Zuri Begira, una canción en la que la cantante muestra, quizá, su lado más íntimo, sentimental y delicado. Este verano ha ofrecido una serie de conciertos al aire libre y de carácter acústico. De esa experiencia ofreció Paris , Tu Escala de Grises o la muy especial Patinar Sobre Hielo, en la que se quedó sola y a la guitarra acústica.
Volvió a salir y a su regreso saltó la sorpresa de la noche, cuando ofreció una versión totalmente electrónica de You, en la que jugaba con los mandos a lo Kraftwerk, distorsionando su voz y acompañada por Julen Idigoras que le disparaba bases y potentes y cuidados sonidos. Nos recordó a las Cocorosie en sus momentos más álgidos. Un auténtico alucine. Embutida en pantalones de cuero atacó la parte más animada del set, en la que bailaba, lanzaba proclamas feministas, y llenaba todo el escenario como si nada. Libre sonó liberadora, Astelehenak con un soberbio Iker Lauroba, y Er(h)ori cerró de forma espléndida antes de la traca final.
Por haber una segunda sesión poco después, no hubo bises en el tramo final y todo fue del tirón. Fue toda una celebración. Una celebración de las emociones, de lo que estamos viviendo y lo agradecidos que tenemos que estar por estar aquí y por celebrar la vida. Sonaron muy especiales una emotiva Ventanas Cerradas, una clarividente La Felicidad y la alegre Mi Canción para Elisa, uno de los temas destacados de su último largo. Se despidieron bailando al ritmo de Lemon Tree.
Izaro ya nos sorprendió con Eason, llenando todos aquellos lugares por los que pasaba. Su iniciático concierto en el Victoria Eugenio fue toda una premonición. Ahora confirma su estado de gracia con un disco más maduro, más personal, más evolucionado. Se le puede considerar, ya con toda seguridad, como una de las artistas musicales con más tirón del panorama euskaldun y, si me apuran, del nacional. Al tiempo. Y todo eso en muy poco tiempo. Lo veremos, si no es en el corto plazo, sí en cuanto salgamos de esta pesadilla sanitaria. Mientras, celebremos la vida. Gora bizitza.